Una de las razones de que nos guste tanto el chocolate es el simple placer físico que nos produce no sólo el hecho de saborearlo, sino también de quitarle el envoltorio, olerlo, contemplarlo y tocarlo. Cuando rompemos el envoltorio de una tableta de chocolate negro o abrimos una lujosa caja de bombones, nuestro sentido de la anticipación empieza a trabajar. El aroma del chocolate de calidad es como un buen perfume. Cuando rompemos una tableta con los dedos, el chocolate hace un "crac" que resulta muy agradable. Y cuando pasa a través de nuestros labios, el chocolate se funde instantáneamente en nuestra boca -una sensación exquisitamente placentera. A continuación el aroma nos invade, abrumándonos al activar nuestras más de quinientas papilas gustativas, dos veces y media más de las que pone en funcionamiento cualquier otro alimento. Con esa cantidad de placeres sensoriales en perspectiva, no es extraño que el chocolate haya que paladear despacio La actual pasión por el chocolate indica que tal vez se desarrolle un argot específico de modo parecido al que describe la cata de un buen vino y, recientemente, de un buen aceite de oliva. De momento a los aficionados al chocolate sin disponer de un vocabulario propio especializado, cuando una cosa les gusta tienen una manera de comunicarlo a los demás, y es poner los ojos en blanco Elaine Sherman, una escritora norteamericana de este siglo, resume adecuadamente la cosa del siguiente modo "El chocolate es divino, meloso, sensual, profundo, fuerte, suntuoso, gratificante, potente, denso, cremoso, seductor, sugestivo, rico, excesivo, sedoso, suave, lujoso, celestial. El chocolate es perdición, felicidad, placer, amor, éxtasis, fantasía... el chocolate nos hace malvados, culpables, pecadores, sanos, chics, felices"
para que quiero ir al paraíso, si ahí no hay chocolate?
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